El Congreso no sólo se mueve entre dictámenes y negociaciones en lo oscurito; también tiene días donde las señales políticas viajan desde los estados hacia la capital. Y eso ocurrió cuando Ricardo Monreal, coordinador de la bancada de Morena y presidente de la Jucopo en San Lázaro, se dejó ver en Tuxtla Gutiérrez para acompañar al gobernador Eduardo Ramírez Aguilar en su Primer Informe de Gobierno. No fue una visita casual: en política, las presencias pesan tanto como las palabras.
Monreal, que es uno de los operadores más experimentados de su partido, aprovechó el evento para mandar un mensaje sencillo pero contundente: el gobernador ha trabajado a favor del pueblo de Chiapas. Lo dijo en redes sociales, pero con el estilo medido que lo caracteriza, felicitando al mandatario por presentar un balance “de trabajo, compromiso y resultados”. En términos llanos: Morena quiere dejar claro que Chiapas es una pieza importante que avanza en la misma ruta del proyecto nacional.
Del lado del gobierno estatal, Eduardo Ramírez Aguilar usó su informe para reforzar una idea que ha repetido desde campaña: gobernar obedeciendo. Puede sonar raro, pero en realidad es una forma de decir que la autoridad debe tomar decisiones escuchando a la gente, no imponiéndose. Es una frase que conecta con un concepto muy arraigado en la política del sur del país, donde la relación entre comunidades y gobierno se construye más por consensos que por imposiciones.
Cuando el gobernador habla de que Chiapas está llamado a ser “el gigante del sur”, apunta a que el estado quiere dejar de ser considerado sólo una región rezagada y transformarse en una plataforma de crecimiento económico, social y cultural. Para eso necesita inversión, coordinación con la federación y políticas públicas que realmente lleguen a las comunidades rurales, donde las carencias son profundas. Ahí es donde el respaldo de figuras nacionales como Monreal no sólo es diplomático: es estratégico.
En el fondo, estos mensajes combinados —el de Monreal y el de Ramírez— dibujan una narrativa de alineación política. Morena busca mostrar unidad y continuidad en los estados, y Chiapas es clave: es un territorio con peso electoral, con una agenda social compleja y con una población que ha exigido históricamente gobiernos cercanos y sensibles. La pregunta será cómo aterrizan ese discurso en políticas públicas: mejor infraestructura, más servicios, seguridad y programas que reduzcan desigualdades, especialmente en la sierra y las zonas indígenas.
Por ahora, el informe sirvió para poner a Chiapas en el radar nacional y para recordar que, mientras en el Congreso se discuten leyes y se arman acuerdos, los estados también juegan su propio tablero. Y cuando alguien como Monreal se mueve, siempre deja señales de hacia dónde puede caminar la política en los próximos meses.