Cuentos que inspiran: el Congreso apuesta por la imaginación infantil
No todo en San Lázaro son debates acalorados, dictámenes complicados o sesiones maratónicas de reformas constitucionales. También hay espacio para la imaginación, la lectura y el juego. Y esta semana, en la Cámara de Diputados, esos elementos tomaron el micrófono gracias a la clausura de la cuarta sesión del programa de cuentacuentos “Cuéntamelo”, una iniciativa que, aunque parezca menor en comparación con las discusiones económicas o de seguridad nacional, forma parte de una política pública mucho más profunda: la formación cultural desde la infancia.
Por Bruno Cortés
No todo en San Lázaro son debates acalorados, dictámenes complicados o sesiones maratónicas de reformas constitucionales. También hay espacio para la imaginación, la lectura y el juego. Y esta semana, en la Cámara de Diputados, esos elementos tomaron el micrófono gracias a la clausura de la cuarta sesión del programa de cuentacuentos “Cuéntamelo”, una iniciativa que, aunque parezca menor en comparación con las discusiones económicas o de seguridad nacional, forma parte de una política pública mucho más profunda: la formación cultural desde la infancia.
La diputada Diana Isela López Orozco, de Morena, cerró el evento con una frase que resume el espíritu de la jornada: “Nos vamos con el corazón contento y la mente llena de aventuras”. Y es que este tipo de actividades no solo buscan entretener a los niños durante el verano, sino sembrar en ellos la semilla del pensamiento crítico, la empatía y, por supuesto, la imaginación.
Ahora bien, podrías preguntarte: ¿y esto qué tiene que ver con la política? Pues mucho. En términos sencillos, las políticas públicas no solo son carreteras, hospitales o programas sociales; también son acciones encaminadas a fortalecer el tejido social. Y eso empieza por la cultura. Fomentar la lectura desde la infancia ayuda a formar ciudadanos más informados, creativos y participativos. Si un niño se atreve a contar un cuento frente a una cámara hoy, tal vez mañana se atreva a levantar la voz por su comunidad.
Este programa, impulsado por la Junta de Coordinación Política (presidida por Ricardo Monreal), la Mesa Directiva y el Espacio Cultural San Lázaro —dirigido por el maestro Elías Robles Andrade—, es un ejemplo claro de cómo el Congreso puede hacer más que legislar: puede abrir sus puertas a la ciudadanía, y en este caso, a los más pequeños.
Durante la jornada, niñas y niños compartieron historias propias como “La Ardillita Fifi” o “El cuento de mi vida”, mientras que narradoras como Alexandra Heres y la ilustradora Diana Zela los transportaron a mundos mágicos con personajes como “el Oso Nero” o futbolistas famosos cuando eran niños. Porque sí, la lectura también puede tener goles y sueños de cancha.
En el fondo, lo que se busca es sencillo pero poderoso: demostrar que los libros, los cuentos y las historias no son solo entretenimiento, sino herramientas de transformación. No es casual que este evento haya contado con el respaldo de la Comisión de Juventud y figuras clave en la operación del recinto legislativo como Aliza Klip Monshinsky y Tania Hernández Cervantes, quienes destacaron que la cultura también es un derecho, no un lujo.
Mientras en otras partes del Congreso se discuten temas como el presupuesto, la reforma educativa o la política fiscal, estos cuentos funcionan como recordatorio de lo que está en juego: el futuro. Y no hay política pública más efectiva que aquella que invierte en la mente de los niños, que les da voz, que los escucha y les enseña, sin decirles qué pensar, sino cómo imaginar.
Porque al final del día, construir un México más justo no empieza con un dictamen, sino con una historia bien contada.
