La reforma electoral que prende alertas en San Lázaro
En el Congreso ya se empezó a calentar una discusión que, aunque se prevé para el próximo año, desde ahora levanta sospechas, reclamos y acusaciones fuertes. Se trata de la reforma electoral que alista la presidenta Claudia Sheinbaum y que, según el PRI, no es una simple actualización de reglas, sino una jugada para que Morena se quede en el poder durante décadas.
Por Bruno Cortés
En el Congreso ya se empezó a calentar una discusión que, aunque se prevé para el próximo año, desde ahora levanta sospechas, reclamos y acusaciones fuertes. Se trata de la reforma electoral que alista la presidenta Claudia Sheinbaum y que, según el PRI, no es una simple actualización de reglas, sino una jugada para que Morena se quede en el poder durante décadas.
Así lo dijo sin rodeos el diputado Rubén Moreira Valdez, coordinador del grupo parlamentario del PRI, quien acusó que esta reforma “que nadie pidió” busca quedarse con los aparatos electorales, debilitar al Poder Legislativo y hacerle más cómodo a Morena gobernar sin contrapesos. En pocas palabras, un rediseño del sistema político a la medida del partido en el poder.
Uno de los puntos que más ruido genera es la intención de reducir el financiamiento público a los partidos políticos. Para Moreira, la pregunta es incómoda pero necesaria: si el Estado deja de financiar la política, ¿quién lo hará? ¿El dinero privado? ¿Los grandes empresarios? ¿O, en el peor de los escenarios, el narcotráfico? El priista advirtió que limitar el financiamiento público abre la puerta a intereses poco claros y a una política reservada solo para los ricos.
Otro tema espinoso es la reducción de los legisladores plurinominales, esos diputados y senadores que no llegan por voto directo, sino para equilibrar la representación. Para el PRI, el argumento de “ahorrar dinero” es una excusa. Lo que realmente molesta, dijo Moreira, es que haya diversidad de voces y debate en el Congreso. Puso un ejemplo claro: con poco más de la mitad de los votos, Morena terminó con cerca de tres cuartas partes de las curules. Eso, sostuvo, distorsiona la representación ciudadana.
Desde su óptica, a Morena le resulta más fácil gobernar sin discusión, dando órdenes y sin reflexión parlamentaria. Por eso, acusó, buscan una reforma electoral que debilite a los partidos de oposición, centralice el poder y haga a un lado el federalismo. Incluso comparó esta visión con prácticas del siglo XIX, cuando el poder se concentraba en el centro del país.
La posible desaparición de los Organismos Públicos Locales Electorales también encendió las alertas. Moreira recordó que México es una república federal y que los estados tienen autonomía para organizar sus elecciones. Además, subrayó que los próximos procesos serán complejos y que desmontar estos órganos deja más dudas que certezas. En tono crítico, advirtió que, si Morena pierde en 2030, podría desconocer los resultados bajo el argumento de que “sus datos dicen otra cosa”.
El diputado también cuestionó las consultas públicas sobre la reforma, a las que calificó de sesgadas y hechas a modo. Dijo que las preguntas están diseñadas para obtener respuestas convenientes y no para generar un debate real. En lugar de eso, planteó que deberían formularse cuestionamientos claros sobre representación, financiamiento y democracia.
Sobre la participación del PRI en los foros de Parlamento Abierto, Moreira fue tajante: no acudirán porque, desde su perspectiva, esa reforma no responde a una demanda democrática y esos ejercicios no cambian nada. Asistir, dijo, sería legitimar un proceso que considera viciado desde el origen.
Finalmente, lanzó una crítica más amplia: Morena ha modificado cerca del 70 por ciento de la Constitución, pero sin el respaldo real del voto popular. Para el PRI, esas reformas carecen de legitimidad y forman parte de una estrategia para transformar el país sin el consenso ciudadano necesario.
La discusión apenas comienza, pero el mensaje es claro: la reforma electoral no será un trámite sencillo. Lo que está en juego, según la oposición, no es solo cambiar reglas, sino el rumbo de la democracia mexicana y el equilibrio del poder en los próximos años.
